El Hotel Faro se alza en la Isla Huanglong, un remoto paraje en el noreste del archipiélago de Zhoushan. Aunque se encuentra en el corazón del plan de desarrollo de Shengsi, su acceso —limitado a un ferry de 2.5 horas desde la isla principal— ha frenado tradicionalmente su potencial turístico.
Este aislamiento ha acelerado un profundo desafío: la despoblación. Sin nuevas inversiones que rejuvenezcan su economía, la isla enfrenta un palpable envejecimiento poblacional y una gradual pérdida de vitalidad, pintando un futuro incierto para su comunidad.

Una arquitectura que nace de un terreno rocoso y salvaje.
Como resultado de una planificación estratégica para la isla, el Hotel Faro se diseñó como el núcleo de un nuevo destino de turismo de corta estancia. Se ubica de forma deliberada en el cabo Dongjutou, el extremo oriental más alejado de Huanglong.
La topografía del solar era excepcionalmente desafiante: fuertes desniveles con una diferencia de cota de 30 metros, un terreno cubierto de rocas y una densa vegetación autóctona que definían por completo el carácter del lugar.

Dos edificios unidos por un recorrido que respeta el paisaje.
La estrategia de diseño se basa en la descomposición del volumen en módulos entrelazados, anclados con cimientos independientes entre tres arrecifes protegidos para una integración no invasiva con el paisaje y la villa.
El proyecto se divide en dos edificios (A y B), conectados por una pasarela que desciende por la cresta, creando un recorrido escénico que ofrece una vivencia auténtica de la isla.

Donde los límites entre interior y exterior se desdibujan.
El Bloque A se articula alrededor de un impresionante salón de rocas de doble altura. En su base, se conservan y exhiben como una pieza arqueológica las piedras de arrecife erosionadas, inmaculadas. La arquitectura actúa como una gran cubierta protectora («dosel») sobre este hall natural, permitiendo que los visitantes interactúen y aprecien de cerca la textura milenaria de las formaciones.
Este gesto arquitectónico desdibuja deliberadamente los límites entre el interior y el exterior. El resultado es un espacio umbral, un medio de transición que guía y amplifica la percepción sensorial del visitante, fusionando la construcción con la geología del lugar.

La isla se vive a través de sus ventanas: luz, calor y quietud.
El Bloque B evoca la esencia de los pueblos insulares con tres volúmenes independientes. Cada ventana es un marco sensorial: abraza el ángulo dorado del amanecer invernal o captura el estallido del solsticio veraniego, filtrando luz que pinta sombras danzantes sobre los muros. El diseño no solo enmarca vistas, sino que invita a habitar los ritmos ancestrales de la isla a través del calor solar en la piel y la quietud táctil de la mañana

Reinterpretar el pasado para construir un futuro sostenible.
Este proyecto no busca ocultar el pasado bajo capas de acero y hormigón, sino que reinterpreta las escenas locales de vida y producción para convertirlas en narrativas contemporáneas. A través de un enfoque experiencial, empático y sostenible, transforma la crisis de despoblación de las islas en una oportunidad para un nuevo modelo de turismo ecológico. Este modelo se centra en un compromiso profundo con la experiencia, creando un vínculo auténtico entre visitantes y el entorno natural y cultural de la isla.
Fuente: www.archilovers.com